Leí
hace pocos días que el Atlético de Madrid era un equipo de otra época, y no
pude estar más de acuerdo con esa afirmación. Desde que Simeone aterrizara a
orillas del Manzanares e implantara su modelo, el Atleti ha experimentado una
metamorfosis digna de estudio. Tanto como la que va de estar cerca del descenso
a pelear por ser el mejor equipo del continente. Pero más allá del resultado e
incluso del juego, merece la pena fijarse en la actitud de un equipo en el más
puro significado de la palabra. Da la sensación de que los Godín, Juanfran,
Gabi, Tiago o Koke no están impregnados de este fútbol moderno donde la mayor
preocupación del jugador parece el ‘look’ que lucirá en la próxima jornada o
ser un icono en la red social de moda. Tienen otra meta. La de defender un
escudo, la de pelear cada balón, la de competir cada centímetro de césped. La
de ganar, ganar, ganar y volver a ganar, que tan bien definió Don Luis
Aragonés. Lejos de tuits o de exhibir un par de botas de diferentes colores,
cuando saltan los de rojiblanco al campo van con todo, no se amilanan en ningún
duelo, no dudan si tienen que dar una patada, no se lo piensan si es necesario
lanzarse al suelo y mancharse las calzonas de barro. Como si esto fuera los
añorados 80 o 90. Un equipo de otro tiempo. Aspectos que también se enseñan,
que también se aprenden, que también se entrenan, más allá de un sistema
táctico o una preparación física.
Feo,
fuerte y formal, como diría el mítico ‘Loquillo’. El Atleti no es un equipo que
destaque por la plasticidad de su juego. Ni tan siquiera es un conjunto
recomendable de ver si lo único que buscas es pasar dos horas entretenidas o de
puro espectáculo delante de la televisión. Pero además de un entretenimiento,
esto es básicamente un deporte y el ‘quid’ de la cuestión radica en ganar, en
competir, y ahí el Atlético de Madrid de Simeone es dificilísimo de superar,
como bien muestras los tajantes números, o el palmarés. Orgullo, garra,
corazón, entrega, lucha. El esfuerzo que no se negocia. Si eres del Atleti,
ganes o pierdas, te irás con la cabeza alta, y eso, como hincha de un club, es
lo mejor que te puede pasar. Si eres del rival, o un espectador neutral, habrá
cosas que no te gusten, que te desquicien, y desde luego pocas de las que te
vayas a quedar prendado en cuanto a belleza se refiere, pero probablemente
todos querrían los jugadores de su equipo defendieran su camiseta con ese convencimiento y esa pasión. O con el sentimiento de
pertenencia que comenta Simeone. No es de extrañar que el “orgulloso de
nuestros jugadores” sea uno de los cánticos que con más fuerza resuenan en el
Vicente Calderón en los últimos tiempos. Desde luego, un equipo de otra época.
Una época en la que la pelota y el escudo eran lo más importante para un
jugador.